Después de años pasando inadvertido, el concepto de resiliencia ha tomado por fin un papel relevante en el mundo de los negocios.

Siendo así, quizá convendría empezar por descifrar su verdadero significado. La «Real Academia Española» lo define como: capacidad de adaptación de un ser vivo frente a un agente perturbador o un estado o situación adversos.

Tras observar esta definición, empezamos a comprender el porqué de su actual protagonismo. Como han señalado algunos expertos, la resiliencia es la facultad para adecuarse a cambios complejos y, en el mundo de hoy, eso significa que la demanda de esta habilidad es casi constante.

El universo se transforma. En realidad, no es nada nuevo, sucede desde siempre. Sin embargo, en determinadas épocas como la que estamos viviendo, nuestro entorno experimenta un cambio mucho más profundo, de mayor calado. Los líderes y directivos de todo el mundo se enfrentan a diario a numerosos problemas pero la celeridad actual de los cambios supone un reto mucho mayor, un desafío que dificulta aún más su papel dentro de las organizaciones.

La pregunta es: ¿qué personas están demostrando una mayor capacidad de adaptación a estos cambios? De acuerdo al estudio «The impact of obstacles and developmental experiences on resilience in leadership formation», elaborado por Christopher S. Howard y Justin A. Irving, y en el que participaron 167 grandes directivos, los líderes que mejor se enfrentan y gestionan esta transformación son aquellos que poseen un mayor grado de autoconocimiento. Podríamos afirmar entonces, sin temor a equivocarnos, que cuanto mejor te conoces a ti mismo, mayor es tu capacidad para enfrentarte y superar situaciones adversas.

Deberíamos formular entonces una segunda cuestión: ¿es posible trabajar y mejorar nuestra resiliencia? La respuesta es afirmativa y aquí se ofrecen cuatro estrategias para lograrlo:

– Evalúa tus habilidades. Las situaciones de estrés y ansiedad que en ocasiones producen los cambios pueden desdibujar la visión que uno mismo posee de sus propias capacidades. Detenerse por un momento y realizar un correcto diagnóstico de las mismas puede ser altamente beneficioso. De este modo podremos tener más presentes las fortalezas que nos ayudarán a lidiar con determinadas experiencias, así como nuestras principales debilidades; siempre es mejor reconocerlas que tratar de ocultarlas. De este modo podremos poner en marcha programas de mejora o apoyarnos en otras personas de la organización cuando sea necesario.

– Controla tu irritabilidad. Estas situaciones de estrés pueden aumentar notablemente el grado de tensión, afectar nuestro estado de ánimo y volvernos personas irascibles. En estos casos es necesario aprender a gestionar nuestra frustración si no queremos que nuestros colaboradores, en especial lo más cercanos, acaben pagando las consecuencias. Conviene mantener la calma y poner el foco y nuestro esfuerzo en aquello que debemos gestionar, deteniendo, al mismo tiempo, las reacciones adversas con aquellas personas a las que podamos herir innecesariamente.

– Rechaza las expectativas poco realistas. Cuando las compañías se enfrentan a cambios complejos, se establecen, con demasiada frecuencia, objetivos poco realistas. Los directivos con menor autoconfianza y fortaleza, actúan en numerosas ocasiones como víctimas, aceptándolas y traspasando esta carga y la presión a sus equipos. Sin embargo, los líderes con fortaleza no temen enfrentarse y presionar a otros grupos, como sus propios superiores o sus clientes, renegociando metas y plazos que sí tengan sentido y ofreciendo a la organización propósitos más ajustados a la situación, y que por tanto, briden mayores garantías de éxito.

– Si has caído en el desánimo, acéptalo. Hasta los líderes más fuertes y tenaces sufren en ocasiones reveses que les hacen caer en el cansancio y en la sensación de impotencia. Entonces muchos directivos, comienzan a actuar de un modo no consciente, solo por el hecho de continuar. Este efecto de «piloto automático» se transmite a sus equipos, que pronto caen también en la apatía y la desmotivación. Conviene entonces volver a la razón de ser de la organización, asirse a sus principios para volver a recuperar el ánimo y redoblar los esfuerzos para seguir adelante inspirando a quienes nos rodean a hacer lo mismo.

Un cambio de época como el que estamos viviendo supone un enorme reto para todos; un desafío ante el que personas y organizaciones se enfrentan de un modo muy distinto. Los líderes y directivos con una fortaleza basada en el autoconocimiento, tienen más probabilidades de mantener esas reservas de resistencia necesarias para prosperar a través de la adversidad y el cambio. Entre estos líderes se encuentran aquellos que deciden ser parte de la transformación y asumen que, ante la ruptura de las certezas conocidas, la mejor forma de prever el futuro es crearlo.

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