La música como aliado integral
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La música como aliado integral

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Donde las palabras fallan, la música habla”. Esta es una frase atribuida a Hans Christian Andersen, y con ella comienzo un artículo que posiciona a la música más allá del pentagrama: es su relación, su alianza con nuestro cerebro.

Se puede decir que la música nos ha acompañado, prácticamente, desde que nacimos, incluso, desde que fuimos concebidos. La voz de mamá es melodía y nos calma; el arrullo de una canción de cuna nos somete al relajamiento innegablemente. Todo lo que nos rodea lleva inmerso un toque de melodía, una nota musical…aunque no lo notemos. Y es que hasta nuestra forma de hablar conlleva, necesariamente, una “forma musical”, pues nosotros no nos comunicamos en una sola banda de sonidos: nuestras entonaciones varían y le dan fluidez y armonía a nuestras conversaciones, incluso, en el momento de pronunciar una frase.

Todo es ritmo y melodía: inconscientemente, nuestras manos emiten sonidos al escribir en la computadora; nuestro caminar lleva un ritmo determinado y genera percusión; nuestra respiración da fuerza y equilibro a la voz…y así sucesivamente. Y todo deja una huella en nuestro cerebro; tanto es así, que hay canciones o temas escuchados en un momento determinado de nuestras vidas, en los que hemos sentido alegría o tristeza y, al escucharlo nuevamente, reviven todas esas sensaciones, con la misma intensidad del momento.

Adicionalmente, la música también puede ser utilizada como un elemento de desarrollo de nuestra mente; es por ello que podemos conseguir innumerables temas asociados a momentos de estudio, de relajación, de diversión, de trabajo… Esto amerita que la selección que hagamos para cada ocasión sea la adecuada, pues no todos los estilos ni géneros van a tener el mismo efecto. Si bien la música es personalísima en cuanto al efecto que pueda causarnos, es innegable que hay temas (por llamarlos así) que, simplemente, no encajan en ningún estilo de vida que ayude a relajar nuestra mente y enriquecer nuestro pensamiento.

Un ejemplo de ello lo constituye el reggaetón.  Tratando de conseguir una definición de este “género”, hace poco construí un concepto que dará al lector una comprensión sencilla, pero efectiva: desde mi punto de vista, el reggaetón es un híbrido entre el sonido de una lavadora vieja y una guitarra desafinada, que logra exitosamente reducir las neuronas a un máximo de dos, distribuidas así: una, correspondiente a un tipo de música monotemática, de una sola nota indefinida; y otra, asociada a la limitada composición literaria que habla constantemente de perreo, meneo y términos asociados al lambdacismo y al rotacismo (esto hace que sus letras sean más fáciles de recordar, por lo que se podría decir que hasta genera pereza mental). Está comprobado que el reggaetón afecta negativamente la autoestima, genera trastornos alimenticios,  induce al consumo de  sustancias y propicia estados de depresión.

Todo lo contrario sucede con el rock, cuya mezcla de efectos electrónicos es tan rica y variada que contribuye a generar una sincronización casi absoluta de los hemisferios cerebrales y la endorfina, aliviando el estrés.

Sea cual sea tu género, no olvides que la música debe ser un aliado tuyo para que sea también amigo de tu cerebro. Como dijo Ludwig van Beethoven: “La música es la mediadora entre el mundo espiritual y el de los sentidos”.

Ana María DeChomón

Facilitadora empresarial

 

 

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