Carlos Fernández: “La mitad de mi vida está aquí en Drolanca”
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Carlos Fernández: “La mitad de mi vida está aquí en Drolanca”

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En estos tiempos que corren, son pocas las personas que entienden que cuando se trata de cumplir con una responsabilidad, los obstáculos no pueden convertirse en excusas. Desde el momento mismo en que entró a trabajar en Drolanca, Carlos Fernández ha internalizado este credo, y es esa misma responsabilidad el motor que le impulsa día a día a cumplir como un trabajador a carta cabal.

Con solo 23 años edad, llegó a la empresa “prestadito” como ayudante de uno de los transportistas, haciendo el despacho en la ruta hacia Mérida los días lunes y jueves, trabajo que hacía a destajo.

“Para mí era algo totalmente desconocido, lo único que sabía yo de medicinas era lo que veía cuando entraba a una farmacia”, recuerda Carlos, a quien todo el mundo conoce por su segundo nombre: Alexander.

Luego de desempeñarse en una estación de servicio al graduarse de bachiller, trabajar despachando medicamentos desde Chiguará hasta Tabay se le hacía un trabajo duro, porque como él mismo cuenta, solo había dos camiones 350, los cuales iban abarrotados de mercancía que había que poner en cada una de las farmacias. “Nos tocaba fuerte porque en esa época había muchas protestas en Mérida, y teníamos que parar el camión. Otras veces teníamos que traer mercancía de Barquisimeto para suplir las fallas. Así duré dos años”, recuerda este oriundo de Chiguará.

Pero fue el viernes 19 de julio de 1996, cuando se le dio la oportunidad de ingresar como personal fijo en Drolanca, iniciando como surtidor en el área de Despacho, puesto en el cual estuvo un año, antes de ser  trasladado al depósito, concretamente al área de Recepción. No obstante muchas veces ayudaba en el despacho, especialmente los viernes, cuando se trabaja hasta altas horas de la noche.

Alexander tuvo que afrontar los cambios que con los años se fueron dando en la compañía, especialmente los que se referían a nuevas tecnologías, teniendo que pasar de un sistema manual a uno automatizado.

“Yo estuve cuando empezó el sistema SAP, recuerdo que el día que lo instalaron salimos a las 5:00 de la mañana porque estábamos aprendiendo a manejarlo”, señala. Reconoce que la automatización ha sido una gran mejora porque disminuyeron los errores que se cometían con los pedidos.

Al preguntarle qué ha significado Drolanca en el logro de sus metas personales, no duda en decir que ha hecho posible el sostén de su familia, ya que si bien es soltero y no tiene hijos, es quien ayuda económicamente a su hermana y sus sobrinos, luego de la muerte de su madre, de quien era su único apoyo. “Gracias a Drolanca supe lo que era una cuenta bancaria y he podido ayudar a mi familia y a quien lo necesite”.

Al ser interrogado sobre el secreto para permanecer tantos años en una empresa, asegura que no es más secretos que el compromiso, la honestidad y la responsabilidad, los cuales él mismo ha demostrado en situaciones tan adversas como la vaguada del año 2004, cuando junto a José Rafael Rojas tuvo que quedarse 15 días en El Vigía sin ir a Chiguará para poder cumplir con el trabajo.

“Nos ha tocado venirnos por La Palmita, por Zea, pedir colas en camiones ganaderos, una vez llegamos a la una de la mañana porque no había paso para Chiguará, para volvernos a levantar a la cinco de la mañana para ir a trabajar”, narra sin lamentarse, y agradece que hoy en día cuenten con un transporte efectivo todos los días, proporcionado por la empresa.

A Drolanca también le agradece las grandes amistades que ha hecho en el transcurso de los años, y le aconseja a las nuevas generaciones de trabajadores que tengan compromiso y dedicación, “que hagan lo que hagan con cariño, con amor, y que vean a Drolanca como el apoyo para alcanzar sus metas”.

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