Las organizaciones que resuelven sus asuntos a medias pierden el respeto de sus miembros, de sus clientes y hasta de sus competidores. Igual les sucede a las personas que, teniendo el talento para ser de primera calidad −no de segunda ni de tercera−, se dan a conocer por no completar sus tareas, por no sostener el esfuerzo, por alcanzar un desempeño simplemente «regular».

También son así las entidades que prometen un nivel de servicio y dan otro, las universidades que enseñan en sus aulas lo que no practican fuera de ellas. Se navega en aguas turbulentas cuando se habla con verdades incompletas, el clima laboral es frágil, las responsabilidades se cumplen unos días y otros no. Para quienes el cumplimiento importa poco, un “sí” es un “tal vez”.

Los equipos deportivos o empresariales, realmente ganadores, comprenden que 99 no es 100 y que nada termina hasta que termina. Las conductas «mediocres» son puntos en contra, de ahí que sean exigentes: se fijan metas difíciles, pero alcanzables. Además, practican la estricta rendición de cuentas, por lo cual la negligencia recurrente trae consecuencias reales. Inspiran tanta admiración que sus competidores deben realizar extraordinarios esfuerzos para superarlos.

Los gerentes a medias siembran desconfianza; habitualmente, sus actitudes son volátiles, no se sabe qué esperar de ellos. Por un lado, pueden expresarle a un colaborador: «Usted sabe cuánto lo valoro o estimo», y, por otro, tomar una decisión tan irracional e injusta que le afectará su carrera. Rompen acuerdos, son impredecibles y, más grave aún, contradicen su propia palabra.

Pese a las oportunidades presentes en el entorno, hay familias y comunidades enteras que se estancan. Resignados, y sin reparar en que los «infortunios» pudiesen derivar de su proceder, aducen: «¡Siempre hemos sido así, ese es nuestro destino!» Nadie se atreve a ser el punto de quiebre, a cuestionar que su devenir sea tan solo una prolongación del pasado.

También, algunos solemos resolver las situaciones a medias en temas atinentes a la salud, la familia, el trabajo, la profesión, lo material, lo emocional y lo espiritual. La posibilidad de trascender, de llegar más lejos y de prosperar radica en atrevernos, en correr riesgos y emprender nuevos rumbos hasta alcanzar otros niveles de calidad. Así actúan quienes reconocen en sí mismos un talento no explotado y dan el paso adelante para alejarse de su zona de comodidad.

Imaginemos una empresa, una nación en la que actuar a medias no sea tolerable. En la que cumplir con máxima calidad sea una obligación impostergable. Las personas emprendedoras saben que en el futuro se arrepentirán más por todo cuanto no realizaron ni intentaron que por lo que haya resultado mal. Igual sucede con las organizaciones y países que, rendidos, desisten.

Las situaciones a medias terminan mal. Incluso, tal como reza un adagio, quienes digan ser amigos y conversen a medias podrían dejar de serlo. La exigencia es buena aliada, al respecto, Michael Jordan recalca: «Siempre he creído que, si trabajas, los resultados vendrán solos. No hago las cosas a medias, porque, de hacerlo, solo puedo esperar resultados mediocres». «Algunas personas quieren que algo ocurra, otras sueñan con que pasarán, otras hacen que sucedan».

 

Germán Retana

Consultor desarrollo gerencial, profesor Emérito INCAE Business School.*

 

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