Desde hace unos años, los grupos de crianza y especialmente de crianza respetuosa han aumentado debido a la actitud de las familias por las nuevas formas de crianza. También cada vez son más las consultas que nos llegan a los psicólogos pidiendo pautas para actuar ante comportamientos de rebeldía o comportamientos inapropiados.

¿Cuál es la actitud óptima? ¿Hay que permitir que los peques hagan los que quieran? ¿Dónde está la línea roja entre el respeto y la permisividad?

Situaciones del tipo “hemos de salir y está viendo los dibujos, le cierro la tele y la arma”, “ha de bañarse y se pone como una fiera porque no quiere dejar de jugar”, “es un drama cada vez que hemos de irnos del parque porque se hace la hora de cenar”… ponen a la familias en la encrucijada de no saber cómo actuar.

Explicaré una anécdota personal que quizás nos ayuden a reflexionar sobre el tema. Suelo desplazarme en transporte público, especialmente en metro que es un medio rápido en las grandes ciudades y cómo yo lo hacen a diario mamás con bebés en sus coches. En la mayoría de ocasiones ese bebé en su coche no deja de ser un bulto más que se aparca y al que no se le presta ninguna atención o se le da algo con lo que entretenerse. Eso ocurre hasta que llega el momento de apearse y sin decir ni una sola palabra se acciona el coche y a seguir camino ¿qué supone todo eso para el bebé? No debe costar mucho ponerse en su lugar y sentir que todo lo que está ocurriendo está en manos de mamá y que es mamá quien decide, sin tener en cuenta que le ocurre a su bebé ¿se desorientará por no tener ninguna información de dónde está?, ¿se inquietará por lo inesperado del momento?, ¿se sentirá como un objeto con el que no hace falta interaccionar porque no tiene sentimientos?

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Un poco duro, ¿no?

Mucho más duro es cuando a ese peque se le da un móvil para que se entretenga y lo hace porque los estímulos que ese móvil contiene han estado diseñados para enganchar su atención lo cual le va a desconectar mucho más de entorno que podría ser una preciosa oportunidad de aprender de la experiencia.

Pues eso ocurre en la mayoría de las situaciones. Creemos como adultos que la vida de nuestros hijos está en nuestras manos porque somos nosotros los que manejamos el coche. Queremos respetar sus deseos sin tener en cuenta sus necesidades. Nos cuesta ponernos en su lugar y darnos cuenta que para ellos la historia de dibujos que están viendo en la tele tiene una trama y un desenlace que es vital respetar ¿te gusta que te saquen del cine o te cierren inesperadamente la televisión en tu programa favorito? Nos cuesta ponernos en su lugar y darnos cuenta que para ellos sus juegos son su manera genuina de aprender la relación causa-consecuencia que toda actividad tiene ¿cómo reaccionas tú si interrumpen una actividad importante para ti que tiene una finalidad concreta? Nos cuesta ponernos en su lugar y darnos cuenta que para ellos no existe el tiempo y que el aquí y ahora en el parque es todo su mundo ¡claro que a veces lloran desconsoladamente como si se les fuera la vida porque se les va!

Y si eres tú quien acompaña a alguien sin saber a dónde va ¿cómo te puedes sentir si no te dice nada al respecto?

Hay que ponerse en el lugar de los niños para entenderles.

Hay que dar importancia que cada uno de los momentos infantiles tiene para ellos.

 

Yolanda Salvatierra Ferrón – Psicóloga infantil 

El País

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